viernes, 21 de agosto de 2015

APRENDIZAJE EN MAGIA

Queridos amig@s:

Son muchos y diversos los factores que intervienen en la enseñanza y el aprendizaje de las personas. Se aprende imitando lo que hacen otros, de los libros, de las experiencias vitales diarias en cada una de nuestras actuaciones, de las relaciones con otros magos,... Tambíén se aprende por la recompensa, pero sobretodo, se aprende por voluntad, adoptando una actitud activa ante las cosas. La pasividad es contraria al aprendizaje. Lo mismo ocurre cuando enseñas a tus alumnos. Los que se responsabilizan de ella, saben que su actitud no puede ser pasiva y que su mayor reto consiste en mostrar a quien se enseña, que aquello se pretende que aprenda va a a resultarle útil y significativo.

La actividad mágica se asienta en una perspectiva desde la que se observa, se experimenta, se establecen analogías, se crean intuiciones, se desarrollan estrategias, se investiga y se conjetura acerca de los aspectos de cuantificación de los fenómenos, sean de la índole que sean. Aprender magia no es acumular conocimiento al modo enciclopédico, sino aprender a hacer todo eso.

Y para ello, no basta con escuchar al que sabe e imitar sus procedimientos. Reproduciendo en una clase las técnicas o juegos, y demostraciones clásicas. Así, no se aprende a hacer magia. La respuesta pasa por poner al alumno en la situación del mago. Es decir, procurando que observe, experimente, investigue, intuya, conjeture, revise,... Así, el propio alumno irá elaborando su propio conocimiento mágico y viendo que la dicotomía entre lo correcto y lo incorrecto pierde parte del protagonismo y sobrevaloración de la que ha disfrutado hasta ahora, y de los que ya eran conscientes los propios magos clásicos, puesto todos, incluso los más grandes, han aprendido de sus errores.

Esto solo tiene sentido adoptando una perspectiva constructivista del aprendizaje, en la que el profesor, más que instructor y poseedor de un conocimiento que debe transferir, hace el papel de guía y orientador, pues será él quien decida que conocimiento deben ir construyendo sus alumnos.

El cambio de perspectiva que esto implica con relación a los modelos de profesor, de alumno y de clase imperantes a lo largo de la última mitad del siglo pasado en todo el mundo es verdaderamente significativo, pues esa recreación del conocimiento mágico debe gestionarse, en mi caso, para un único alumno, y en otras para grupos reducidos que son los que pueden haber en las escuelas en la actualidad.

En el paradigma precedente, los alumnos atendían las explicaciones del profesor, que se explicaba en la correspondiente clase y en la que el papel del alumno solía reducirse a tomar apuntes. Este era un modo práctico de enfocar la enseñanza en la que todos los aprendizajes jugaban idéntico papel. El reto que supone la adopción de un enfoque constructivista del aprendizaje implica atender a ese grupo de 8 o 10 personas que no tienen por que desarrollar el mismo papel y hacerlo atendiendo en la necesidades de cada una de ellas. A menudo, el profesor podría sentirse desbordado, como si tuviese que jugar y ganar 8 o 10 partidas de ajedrez, con la responsabilidad añadida de tener que justificar todos sus movimientos y los de todos sus contrincantes. La tarea no solo es muy difícil, sino prácticamente imposible sino se dispone de los recursos adecuados.

Es por eso, que como menciono en mi anterior entrada en el blog, yo he optado por las clases individuales, conociendo, intuyendo y argumentando cada teoría, juego o principio mágico para cada alumno según su manera de procesar la información.

Atentamente,

F. Amílcar Riega i Bello