martes, 22 de marzo de 2016

COMO LA MAGIA ES ACEPTADA EN NIGERIA

A través de los tiempos he tenido muchos clientes nativos, llamados por decirlo de alguna manera, hechiceros, nunca he experimentado el placer (por placer esto indudablemente es) actuar ante nativos en su propio país. Dr. A. E. Neale, quien es quizás el mago amateur mas experto en Inglaterra, me explicó una experiencia muy alucinante que tuvo con un público africano.
Dr. Neale fue enviado a la costa oeste para hacer un trabajo del gobierno en conexión con la salud pública de la colonia. Tan pronto como llegó, fue requerido para hacer una actuación en un local de caridad, y rápidamente aceptó hacerlo.
La actuación fue bien publicitada, y una hora antes de que la actuación empezara, la pequeña sala pública estaba inundada con chicos negros de toda clase y condición. El mejor de los asientos había sido reservado para un príncipe, quien asistió con su completo aren de 40 esposas. Luego venía la clase alta de los nativos que vestían sombreros de copas, camisas, sin pantalones, y esto hay que remarcarlo, y polainas, por no olvidar otros pequeños detalles que son la ambición de la mayoría de los nativos. Por último, pero no por ello menos importante, venía el resto de la gente, que consistía en esos nativos los cuales estaban uniformados con un sombrero de copa, camisa, bastón, pero no polainas.
Al principio de la actuación, el Dr. Neale creó una bonita sensación pidiéndole prestado el turbante al príncipe, cortándolo en dos, aparentemente quemandolo, y recomponiendolo devolviéndoselo al propietario en perfectas condiciones. Para el siguiente truco, el Dr. Neale preguntó si alguien le prestaba un sombrero de copa entre el público.
Para su sorpresa, notó que los nativos agarraban sus sombreros firmemente por las alas, apretándolos hacia abajo.
"Venga" dijo, acercándose a la parte frontal del escenario. "Prometo devolver cualquier sombrero que se me preste completamente nuevo". Pero no hubo respuesta.
Al final, alguien le indicó de dirigirse a un amigo con la cara tan negra como el ébano, que estaba sentado enfrente del salón.
"Venga, Jim" invitó. "Ven y siéntate en el escenario. Necesitaré tu ayuda para mi próxima ilusión".
Después de unas grandes dosis de persuasión, el negrito accedió a subir al escenario. "¡Ahora!" dijo el Dr. Neale con una sonrisa de oreja a oreja "Préstame tu sombrero".
"No, Massa" fue su respuesta. "No mi sombrero. Este es el mejor que tengo. No te lo puedo dejar".
"Pero si te estoy dando mi palabra de honor de que te lo devolveré completamente nuevo, y si no es así te compraré uno nuevo".
Ante esas palabras, Jim pareció ser menos obstinado, y le prestó el sombrero. Pero sus ojos estaban tan abiertos como platos siguiendo los movimientos del mago. Sin gran nerviosismo, el Dr. Neale rompió dos huevos y dejó caer las yemas dentro del sombrero. Entonces procedió a añadir harina y alcohol, removiendo la mezcla con una cuchara de madera. Por último, tomó una cerilla, y dejó la masa pegajosa a un lado.
La ansiedad de Jim era más que evidente.
"Massa, Massa", él lloraba. "Has arruinado mi sombrero. Lo has quemado. Oh, mi sombrero, mi sombrero".
El Dr. Neale quiso reconfortar al negrito asegurándole que su sombrero no había sido dañado, y que sería recompuesto en unos momentos. Pero Jim no hizo caso. El presionó sus manos contra sus orejas y meneaba la cabeza a un lado y a otro. "Mi sombrero, mi sombrero" lloraba.
La disconformidad de su pobre amigo fue el regocijo del resto del público. Chillaban y alborotaban, silbando y a carcajada limpia. "Jim, tu eres un gran tonto. Lo de tu sombrero se ha acabado", ellos decían.
El alboroto solo cesó cuando el Dr. Neale hizo aparecer una hermosa magdalena casera del interior del sombrero. Jim se quedó perplejo, y luego se puso el sombrero en la cabeza para ver si se le había causado algún daño. Como el Dr. Neale había prometido, estaba completamente nuevo.
El mago entonces procedió a cortar la magdalena en varias porciones, una de las cuales se la ofreció a su asistente Jim. Jim la tomó pero movió su cabeza tristemente asegurando que no se la podía comer.
"No me puedo comer esto doctor", dijo. "Esto es un pastel mágico. Y estos no tienen trozos de papel."
"Pruébala", dijo el doctor. "Desde luego tú puedes comértela. Es una magdalena corriente. Me la has visto hacer a mí tu mismo".
"Ya le diré por la mañana si es mágica o no", dijo el negrito recordando su situación con cierta reticencia. Y ninguna capacidad de persuasión por parte del mago pudo inducir a que Jim mordiera un trozo de magdalena.
Al siguiente día, el Dr. Neale se encontró a Jim en la calle principal de la ciudad.
"Tiene razón doctor", dijo el negrito. "No era una magdalena mágica, me la comí muy a gusto".
"Desde luego que lo era. ¿Pero que es lo que te ha hecho cambiar de pensamiento?".
Jim le explicó entonces, "mi test ha sido simple pero efectivo. Cuando volví a casa, la noche anterior, coloqué la magdalena bajo mi almohada. Por la mañana he observado un reguero de hormigas que iba desde la puerta hacia debajo de mi almohada. Al levantar la almohada, he descubierto la magdalena llena de hormigas, y sin nerviosismo, la he colocado dentro de mi boca, con hormigas y todo".
"Si las hormigas comen esa magdalena yo también puedo. Las hormigas no son tontas", explicó sonriendo de oreja a oreja.